ALFREDO ABIÁN - Director adjunto - 21/01/2007
LA VANGUARDIA
LA transferencia de culpabilidad es una vieja técnica propagandística consistente en responsabilizar al adversario de las tropelías que uno comete. Los terroristas siempre han sido unos grandes maestros en esta estrategia perversa. La practicaban los pistoleros revolucionarios desde finales del XIX, y la emulan los etarras aburguesados de inicios del siglo XXI. Los primeros se dedicaban a asesinar a cualquier zar o personalidad conspicua que se les pusiera por delante, siempre y cuando fuese presentado como un icono del sistema opresor. Los segundos eligen blancos más débiles e indefensos. Y, encima, siempre se excusan con una fraseología tan vacua como arrogante. Si se llevan por delante a dos pobres inmigrantes ecuatorianos, pretenden hacernos creer que el sufrimiento de las víctimas colaterales es un episodio evitable. Ellos avisaron con tiempo suficiente para impedir que su cirugía radical amputara vidas. En el imaginario de estos expertos en demoliciones también se había instalado la creencia de que una buena dosis de explosivos haría temblar al presidente y amenazaría con devolverle a su antigua condición de diputado socialista por León. Que un grupo de fanáticos arrogantes formule este cálculo perverso y simplista forma parte del guión. El problema surge cuando la oposición democrática se ofusca y emula tan limitada capacidad de raciocinio. El resultado real frente a tanta paranoia asoma en la encuesta que el profesor Julián Santamaría ha realizado para La Vanguardia. Léanla con atención.
LA transferencia de culpabilidad es una vieja técnica propagandística consistente en responsabilizar al adversario de las tropelías que uno comete. Los terroristas siempre han sido unos grandes maestros en esta estrategia perversa. La practicaban los pistoleros revolucionarios desde finales del XIX, y la emulan los etarras aburguesados de inicios del siglo XXI. Los primeros se dedicaban a asesinar a cualquier zar o personalidad conspicua que se les pusiera por delante, siempre y cuando fuese presentado como un icono del sistema opresor. Los segundos eligen blancos más débiles e indefensos. Y, encima, siempre se excusan con una fraseología tan vacua como arrogante. Si se llevan por delante a dos pobres inmigrantes ecuatorianos, pretenden hacernos creer que el sufrimiento de las víctimas colaterales es un episodio evitable. Ellos avisaron con tiempo suficiente para impedir que su cirugía radical amputara vidas. En el imaginario de estos expertos en demoliciones también se había instalado la creencia de que una buena dosis de explosivos haría temblar al presidente y amenazaría con devolverle a su antigua condición de diputado socialista por León. Que un grupo de fanáticos arrogantes formule este cálculo perverso y simplista forma parte del guión. El problema surge cuando la oposición democrática se ofusca y emula tan limitada capacidad de raciocinio. El resultado real frente a tanta paranoia asoma en la encuesta que el profesor Julián Santamaría ha realizado para La Vanguardia. Léanla con atención.
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Esto es lo que le ha pasado a Mariano Rajoy y al resto de los jerifaltes del Partido Popular. Quisieron hacer del terrible atentado del 11-M un arma contra el PSOE y les salió mal, muy mal. Perdieron las elecciones. En estos tres años desde aquel fatídico atentado no han recapacitado sobre lo que en un primer momento se podía considerar un error pero ahora ya no pueden alegar eso.Errare Humanum Est ( Errar es humano) decía Cicerón pero añadía que es de estúpidos perseverar en el error. Y Rajoy sigue perseverando en el error cuando cree que obtendrá réditos electorales de la sangre de las víctimas de los atentados.Según la encuesta publicada por La Vanguardia hoyel empleo que Rajoy ha intentado hacer del atentado lejos de beneficiarle le puede costar votos. Rajoy, probablemente mal aconsejado, ha debido pensar que el atentado supondría una debacle para Zapatero, sin embargo, la pérdida de escaños para Zapatero parece mínima, incluso podría no producirse. Sin embargo, para Rajoy, supone una pérdida de entre 6 y 10 escaños. Es de suponer que encuestas por un estilo estarán sobre la mesa de Rajoy, aunque éste quizá esté más interesado en lo que pone en el MARCA, o quizá en su error humano convertido en estupidez solo escucha los cantos de sirena o los alaridos del botarate que cada mañana lanza sus sermones demagógicos desde su púlpito COPEro.
PARTIDOS 2004 MÍNIMO-MAXIMO
PSOE 164 161-164
PP 148 138-142
CIU 10 13-14
ERC 8 6-6
PNV-EA 7 7-7
IU-ICV 5 13-13
ERC 8 6-6
PNV-EA 7 7-7
IU-ICV 5 13-13
OTROS 8 8-8
TONI SOLER
QUE HAY DE LO NUESTRO
TODOS AL DIVÁN
Estado de shock
Los miembros de ETA están locos, de acuerdo; pero en nuestro bando - el de los políticos que la cagan pero no ponen bombas - los estragos mentales también son reseñables.
Zapatero, sin ir más lejos está en estado de shock. No podría ser de otro modo; a los optimistas les cuesta más aceptar el revés. Y Zapatero es un optimista nato, que hasta ahora confiaba en su buena estrella y su poder de seducción. Éste era su principal atractivo, porqué siempre es mejor un político ingenuo, que un político escéptico, y aún es peor un político cínico, y aún peor es José María Aznar. Pero con una banda criminal el candor y el entusiasmo son ineficaces, e incluso temerarios. Todavía me pregunto quien le vendió a Zapatero tantos kilos de optimismo adulterado, quien le desinformó con tanta precisión.
Paranoia
Paranoia
Al PP no le hacía falta lo de Barajas para establecer un diagnóstico de paranoia galopante. Rajoy, a pesar de su centrismo vocacional, se comporta como ese personaje de la formidable serie Little Britain, el que se emperra en proclamar que es el único gay de su pueblo. El PP se considera la única alternativa al caos, el único partido que no se ha entregado a ETA, y cuando los demás no apoyan sus propuestas habla de "boicot" o "bloqueo antidemocrático". Pero es inútil apaciguarles: cuando se cambió la pancarta de la manifestación de Madrid para recabar su apoyo, los populares inventaron otra excusa para volver a marcar distancias. Para el PP es mucho más cómodo permanecer aislado, como el héroe solitario que pretende salvarnos a todos, y al no conseguirlo, se afana al menos a impedir que otro lo haga en su lugar.
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